Una de las explicaciones de porqué las personas se sienten atraidas por las teorías de la conspiración es la de la Proyección Psicológica: negar unas características que nosotros tenemos para adjudicárselas a otros. Dicho de otro modo, las personas con tendencia a creer en estas teorías se involucrarían en esas conspiraciones si estuvieran en el lugar de los supuestos conspiradores. Según esta posibilidad, las depravaciones sexuales de las que son acusadas “las élites que controlan el mundo” serían una proyección de las propios vicios latentes de los acusadores.
Pero, vamos, que no digo que creer que Kennedy fuera asesinado por la Mafia no te convierta en un vicioso. Que las razones para ser seguidor de estas elaboradas leyendas urbanas no se pueden simplificar en una única razón.
Archivos Mensuales: noviembre 2012
Por culpa de mi cerebro reptiliano
David Icke, el que dice que le planeta está controlado por reptiles extraterrestres, se está convirtiendo en mi conspiranóico favorito. Resulta que la parte reptiliana de mi cerebro es la que me convierte en un descreído de todas las papanatas que tipos como él sueltan:
Mensajes Subliminales Disney
Mirar una nube y ver en su forma una cara es algo bastante normal. De hecho, somos lo que somos precisamente porque nuestro cerebro es capaz de encontrar patrones en la naturaleza, lo que nos ayuda a dar sentido a lo que nos rodea.
Conspiranóicos del mundo, un poquito de por favor.
De la Ficción a la Conspiración
Una historia nace para ser contada como simple entretenimiento: seres de otros planetas vienen a visitarnos o a invadirnos, como en “La Guerra de los Mundos” de H.G. Wells, publicada en 1898. Lo de si los extraterrestres existen es una idea atractiva, fruto del despertar que supone darnos cuenta de que el Universo es inmenso y lleno de posibilidades. El principio del siglo XX ve como las revistas de Ciencia Ficción se multiplican y se llenan de hombrecitos verdes y naves espaciales. Esta imagen, por ejemplo, es de una revista de 1929:

En 1947, poco después de la peor guerra en la historia de la humanidad, del inicio de la era atómica, se producen los primeros avistamientos de platillos volantes, de OVNIs. Desde entonces miles de personas dicen haberlos visto, ser contactados, abducidos o incluso violados por seres extraterrestres.
Una idea nacida para el entretenimiento o el desafío intelectual se convirtió en una realidad virtual para los millones de personas que creen que somos visitados o incluso controlados por los aliens, en una pseudociencia infestada de charlatanes que confunden la imposibilidad de negación de las ideas más peregrinas con pruebas irrefutables de su existencia.
Vamos a un pasado más reciente, uno en el que muchos de nosotros hemos formado parte. Años ochenta, serie de televisión que fascinó a los de mi generación: V. El planeta es invadido por una raza extraterrestre de lagartos, con Diana como malvada principal, aquella que se zampaba los ratones de un bocado.

Casi veinte libros después, hoy en día es un conferenciante con miles de seguidores en todo el mundo, que verdaderamente creen en sus visiones apocalípticas, conspiranoicas, en su mejunje de ideas prestadas de las más diversas y extravagantes fuentes (en sus libros más recientes, por ejemplo, llega a incorporar elementos de la película The Matrix).
Más allá de lo preocupante que puede ser que una persona con algún tipo de desorden mental obsesivo-compulsivo pueda llegar a tener una legión de seguidores en Internet y de paso ganarse la vida muy bien, lo interesante es ver como las creaciones mentales, los memes, por muy ridículos que puedan llegar a ser, si son lo suficientemente atractivos, si tienen un “mercado”, se propagan, son infecciosos, mutan, se reproducen y algunos, los más aburridos, mueren.
Vivan los novios
Un amigo en una boda en la que los invitados estuvieron especialmente sedientos se las ingenia para conseguir más vino. Aquella ayuda de buen colega con el paso del tiempo se convirtió en un acontecimiento mágico de transfiguración de líquidos que, según Juan 2, 11, “fue la primera señal milagrosa con la cual mostró su Gloria, y sus discípulos creyeron en Él”.
Darwinisimo balompédico
Durante el siglo XIX se practicaban diferentes juegos de pelota en Inglaterra, cada uno con sus propias reglas que variaban entre ciudades y escuelas. En algunos sitios se podía coger el balón con la manos, en otros se permitían los placajes, el número de jugadores variaba, el tamaño del campo, la duración de los encuentros… La llegada del ferrocarril favoreció la organización de campeonatos entre regiones y la necesidad de reglamentos unificados empezó a hacerse evidente. Diferentes códigos se propusieron con mayor o menor éxito y en 1863 un grupo de 12 clubes de Londres se propusieron unificar criterios, creando la Football Association (lo de “Association” era por diferenciarlo de otras reglas del momento; de este término se acabó derivando la palabra “Soccer”, algo así como los “asociacionistas”). Durante 6 reuniones en la Taberna Freemanson’s, entre el 26 de octubre y el 8 de diciembre, se sentaron las bases del fútbol tal y como lo concebimos hoy en día: prohibición de correr con el balón en las manos, de golpear o agarrar al adversario… Pero uno de esos clubes no estuvo de acuerdo con la deriva ñoña y cursi de este reglamento. ¡Qué era eso de no poder saltar todos sobre el tipo que tenía el balón! ¿Dónde está la regla que permite que veinte tipos sudorosos y embarrados se arremolinen abrazados sobre la pelota? ¿Y qué es eso de un balón redondo? ¡Un melón es lo que hace falta! Así que los tipos más altos, más corpulentos, más rudos y menos preocupados por las apariencias de sus orientaciones sexuales dejaron la asociación y se convirtieron en los fundadores de la Rugby Football Union.
